Una perspectiva sobre las profecías religiosas
Las profecías pueden ser místicas, metafísicas, y, por decirlo de alguna manera, perturbadoras. Hacen pensar en imágenes de sesiones de espiritismo y otros mundos. En la Guerra de las Galaxias hay una predicción sobre una persona que traería equilibrio a la Fuerza. Las películas del Señor de los Anillos desarrollan sus temas ficticios alrededor de palabras proféticas. Pero ése es el mundo de la imaginación.
Respecto del mundo real, se dice que si una persona conociera sólo un minuto del futuro, ésta podría dominar el mundo. Piénselo. Un minuto de conocer cada mano que se reparte en el Trump Casino. Usted sería la persona más rica del mundo y Donald sería un repartidor de correo.
Pero en el mundo de la religión, las profecías cumplen una función importante. Se convierte en una forma segura de saber si alguien dice las palabras de Dios o no, porque sólo un Dios omnisciente podría conocer el futuro por completo. Y al respecto, la profecía del Antiguo Testamento es única, dado que la mayoría de los libros sagrados renombrados de otras religiones no contienen profecías de predicción. Por ejemplo, si bien algunos afirman la inspiración divina, no hay realmente ningún medio a través del cual corroborar sus afirmaciones; a uno simplemente le queda decir “Sí, eso suena como algo que podría decir Dios”.
El estudioso de la Biblia Wilbur Smith comparó las profecías de la Biblia con otros libros históricos, y dijo que la Biblia “es el único libro que alguna vez fue escrito por el hombre, o por un grupo de hombres, en el que se pueden encontrar un gran número de profecías sobre naciones individuales, Israel, todos los pueblos del mundo y ciertas ciudades, y sobre el que estaba por nacer que sería el Mesías”.[5] Así, la Biblia afirma ser de inspiración divina de una manera que se puede confirmar o refutar.
Y si uno ve este grado de precisión desde una perspectiva cotidiana, puede darse cuenta de lo asombroso que es. Por ejemplo, sería milagroso que en 1910 usted haya predicho que un hombre llamado George Bush ganaría las elecciones del 2000. Pero imagínese si hubiera incluido algunos de los siguientes detalles en la predicción:
- El candidato con más votos totales perdería las elecciones.
- Todas las principales cadenas televisivas anunciarían al ganador y luego cambiarían sus anuncios.
- Un estado (Florida) sería determinante para la elección.
- La Corte Suprema de los EE.UU. finalmente determinaría quién era el ganador.
Si esto hubiera ocurrido, le pondrían su nombre a las iglesias y habrían estatuillas suyas pegadas a los paneles de los autos. Pero usted no lo hizo, y por eso no hay. Por más difícil (o imposible) que hubiera sido predecir esta secuencia de eventos de manera precisa en 1910, las probabilidades son muchísimo más difíciles para Jesús, o para que cualquier persona haya cumplido todas las profecías hebreas para el Mesías. Hay 61 profecías específicas y casi 300 referencias sobre el Mesías en el Antiguo Testamento, que fue escrito cientos de años antes del nacimiento de Jesús.[6]
Según el requisito hebreo de que una profecía debe tener un 100 porciento de precisión, el verdadero Mesías de Israel tiene que cumplir con todas ellas, o si no, no es el Mesías. Por lo tanto, la pregunta que confirmaría a Jesús, o que lo haría responsable del mayor engaño del mundo es si él cumplió y encajaba con estas profecías del Antiguo Testamento.
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