Los portavoces de Dios
Según las Sagradas Escrituras, el Dios de los Hebreos hablaba con su pueblo a través de sus profetas, hombres y mujeres que estaban especialmente compenetrados con Dios y que podían ser parte o no de la clase religiosa dirigente. Algunos de los mensajes de los profetas eran para el presente; otros eran para el futuro. En todo caso, su función era proclamar las declaraciones y revelaciones de Dios al pueblo.
Por lo general, ser un profeta era parecido a trabajar en una fábrica de embalaje de carnes, siendo uno de los trabajos más peligrosos del mundo. Aún cuando ellos decían la verdad, los profetas podían ser asesinados o encarcelados por personas a quienes no les gustaba lo que ellos decían. (A algunos reyes no les gustaba recibir malas noticias.) Según los relatos históricos, al profeta Isaías lo cortaron por la mitad con una sierra.
Entonces, considere el dilema de un profeta: la muerte si se demostraba que no tenía razón y la posibilidad de la muerte cuando sí tenía razón. Ningún verdadero profeta quería ofender a Dios, y tampoco querían ser cortados por la mitad. Por ello, la mayoría de los profetas esperaban hasta estar totalmente seguros de que Dios les había hablado, y si no, no decían nada. Los reyes empezaron a temblar ante sus palabras. Los mensajes de un verdadero profeta nunca eran equivocados.
Aquí se nos presenta una pregunta: ¿cómo se compara la precisión de estos profetas bíblicos a los adivinos de hoy?
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