¿Por qué es importante la resurrección?
El apóstol Pablo, que originalmente fue escéptico de la resurrección de Jesús, explica su impacto en nuestra vida.
“Porque Cristo ha abolido completamente la muerte, y ahora, a través del Evangelio, nos ha abierto a los hombres las posibilidades resplandecientes de la vida que es eterna”. (2 Timoteo 1:9, J. B. Phillips).
En otras palabras, la muerte y la resurrección de Jesús nos abrió la puerta para tener vida eterna con Cristo. Pero, hay un obstáculo que nos impide ir al cielo. El apóstol Pablo lo explica.
“Y también a ustedes, que en otro tiempo eran extranjeros y enemigos, tanto en sus pensamientos como en sus acciones…” (Colosenses 1:21, Nueva traducción viviente [NLT]).
El obstáculo para que tengamos una vida eterna con Cristo es que hemos pecado y nos hemos rebelado contra un Dios santo. Aunque Dios nos ama más allá de nuestro entendimiento, su justicia perfecta requiere el pago de nuestros pecados. La pena es la muerte.
Muchos se preguntan por qué un Dios todopoderoso y amoroso no puede simplemente perdonarnos sin juzgar nuestros pecados. ¿Por qué exige justicia?
Imagínese entrar en una sala de audiencia y ser culpable de asesinato. A medida que se acerca al estrado, se da cuenta de que el juez es su padre. Como sabe que él lo ama, inmediatamente comienza a suplicar: “¡Papá, déjame ir!”.
Con lágrimas en los ojos, él responde: “Te amo hijo, pero soy juez. No puedo simplemente dejarte ir”.
Una vez presentadas las pruebas en su contra, golpea el martillo y lo declara culpable. La justicia no se puede torcer. Y menos por un juez. Pero como él lo ama, se baja del estrado, se quita la toga, y le ofrece cumplir la pena por usted. Y, de hecho, ocupa su lugar en la silla eléctrica.
Este es el cuadro que pinta el Nuevo Testamento. Dios descendió a la historia humana, en la persona de Jesucristo, y fue crucificado en la cruz por nosotros. Jesús no es un chivo expiatorio externo al que se castiga por nuestros pecados, sino que es el mismo Dios. Dicho de manera más clara, Dios tenía dos opciones: castigarnos por nuestro pecado, o recibir el castigo él mismo. En Cristo, eligió la última opción.
En otras palabras, la justicia perfecta de Dios queda completamente satisfecha con la muerte de su Hijo, Jesucristo. Todos nuestros pecados, sin importar cuán malos sean o hayan sido, están pagados en su totalidad con la sangre de Cristo. Pablo escribe:
“pero ahora él los reconcilió consigo mediante la muerte de Cristo en su cuerpo físico. Como resultado, los ha trasladado a su propia presencia, y ahora ustedes son santos, libres de culpa y pueden presentarse delante de él sin ninguna falta”. (Colosenses 1:22a NLT).
Pero espera un minuto, dices: “¿No tengo que hacer buenas acciones para ir al cielo?”.
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